

Érase que se era una vez una mujer recitada,
pero sin poeta;
una mujer que evidenciaba en cada gesto
una sencillez verdadera,
sencillez que no podría jamás traducirse
en un solo poema.
Érase que se era una dulce
niña morena,
poseedora de una ternura infinita
y noble naturaleza.
Su mirada era especial,
como de hada buena.
Y érase que se era también
un poeta
que se enamoró profundamente
de ella;
pero hete aquí que nuestra niña
por él no sentía siquiera
nada parecido al amor,
tan sólo el afecto que genera
la amistad
sincera.
Y aunque él deseaba decirle te amo,
déjame ser tu poeta,
sabiendo que nada importaba lo suyo
sino lo que ella sintiera,
un día la alejó de sí
para que libre fuera,
tragándose su dolor
y sus lágrimas de pena.
¡Érase que se era una vez una mujer recitada
y éste el último poema del poeta…!
pero sin poeta;
una mujer que evidenciaba en cada gesto
una sencillez verdadera,
sencillez que no podría jamás traducirse
en un solo poema.
Érase que se era una dulce
niña morena,
poseedora de una ternura infinita
y noble naturaleza.
Su mirada era especial,
como de hada buena.
Y érase que se era también
un poeta
que se enamoró profundamente
de ella;
pero hete aquí que nuestra niña
por él no sentía siquiera
nada parecido al amor,
tan sólo el afecto que genera
la amistad
sincera.
Y aunque él deseaba decirle te amo,
déjame ser tu poeta,
sabiendo que nada importaba lo suyo
sino lo que ella sintiera,
un día la alejó de sí
para que libre fuera,
tragándose su dolor
y sus lágrimas de pena.
¡Érase que se era una vez una mujer recitada
y éste el último poema del poeta…!